sábado, 5 de junio de 2010

Cuando Dios te cierra una puerta es porque, en alguna otra parte, ya te ha abierto 10 ventanas



Eran las 6:30 de la mañana cuando sonó mi despertador. ¡Qué lata! suena el despertador un sábado en la mañana, cuando no tengo que levantarme temprano.
-Total, no debo ir a trabajar- pensé.
Luego, caí en un estado de profunda depresión. Recordé que, no sólo había perdido mi casa, me había quedado sola, durmiendo en el piso en un colchón prestado, en casa de la suegra de la única hermana que me queda, sino que, para colmos, había perdido mi empleo.
Confieso que estaba asustada, aún lo estoy. No tenía dinero ni dónde ir. Todo cuanto me había proporcionado seguridad física se había esfumado.
-¿Y ahora qué?- pregunté a mi Ser.
-Tú puedes sobrevivir sin alimentarte de la cadena de intercambio que nos hemos impuesto mientras somos humanos, no necesitas vestir ni cuidar de este vehículo de carbono que pide abrigo, que es tan frágil ante cualquier ataque y que necesita resguardo para producir eso que llamamos sueño para que tú puedas salir de él, liberarte, ser tú. No necesitas de mí para sobrevivir. Sé que para ti soy un vehículo para asistir a la escuela, como un uniforme, pero ¿Cómo te responderé ahora?
Iba a romper en llanto cuando sonó mi teléfono.
-Hola cielo...
- ¿Quién habla?
- ¿Ya me olvidaste?
-¡Dios!, Oswaldo.
Un amigo muy querido, con quien tenía más de dos meses sin comunicarme
-Cielo, perdona que te moleste tan temprano, pero....
-No, al contrario, has caído del mismo cielo para mí. De veras que eres mi ángel de la guarda hoy.
-¿Qué te sucede?
-Ayer me quedé sin empleo
Hizo un breve silencio, como si estuviese buscando una rápida solución, y contestó:
-No te preocupes, hoy mismo hablo con el gerente de la empresa con la que estoy trabajando. Quiero que me envíes tu curriculum.
-¿Dónde estás?- pregunté
-En Margarita, respodió.
Margarita es una isla ubicada en el extremo oriente de mi país, mientras yo vivo en Maracaibo, que queda en el extremo occidental. Realmente, como decimos por acá, estábamos "de polo a polo". Bueno, estoy consciente que no se trata de Rusia, pero el viaje de mi ciudad a la isla implicaba para mí un mínimo de 6 horas y media en avión, incluyendo las dos paradas que debía realizar o un viaje de 24 horas por carretera. En ambos casos implicaba dinero que yo no tenía.
Al principio, me pareció maravilloso, por cuanto la isla es hermosa, además, no tenía nada que perder y mucho por ganar.
Cuando comencé a consultar precios, mi ánimo se desinfló, perdí la calma. Estaba a punto de hundirme en uno de esos temibles hoyos negros emocionales en los que las personas nos perdemos hasta paralizarnos, cuando se me ocurrió consultar por internet alguna otra posibilidad.
Instantáneamente se abrió mi bandeja de correos, donde encontré un hermoso mensaje. Venía del administrador de un grupo de amigos, con el que estuve intercambiando información acerca de brindar apoyo a las personas que han perdido a algún ser amado, sea por divorcios, separaciones o por lo que llamamos muerte.

El mensaje decía, entre otras cosas: "no te olvidamos" y me recordaba que en algunas oportunidades yo había enviado mensajes de aliento a otras personas que lo habían necesitado. Me agradecían, grandemente, el haber estado allí para ellos.
Sonreí con lágrimas en mis ojos. Ahora me tocaba a mí. Su mensaje me devolvió la calma y el marasmo de mi mente comenzó a aquietarse.
Me dispuse a escribir y llamar a todo aquel que se me ocurría me podía ayudar a encontrar un empleo en Maracaibo o algún dinero para ir a Margarita.
Entretanto, estaba sobreviviendo con la ayuda que recibía de mi cuñado y mi hermana, él no sólo me había abierto las puertas de la casa de su madre, sino que se eximieron de tener intimidad durante más de seis meses, pues yo debía dormir en la misma habitación. Ellos sabían que yo no tenía más opción en ese momento.
Estaba recibiendo tanto amor de los demás, llamadas, propuestas; en fin, cada cual me asomaba posibilidades a su alcance. Y esa misma mañana descubrí que, si Dios y yo nos habíamos puesto semejante prueba, era para hacerme comprender, en carne propia, lo que significa el amor incondicional.
Como quien dice había hablado demasiado de él, en muchas ocasiones había pedido ser ese amor incondicional en este mundo, pero no se me ocurrió que debía vivirlo, no pensarlo solamente.
Ese amor del que tanto había leído, del que tanto había querido dar para saber lo que en verdad era, se me había devuelto. No se puede saber lo que es amor incondicional si no se está consciente de cuando se recibe, pues es entonces cuando una lo reconoce y puede sentir, puede comparar, hasta descubrirlo, verdaderamente, dentro del propio corazón.
Aún sigo asustada, pues, hasta el momento de escribir y compartir esta historia, no he encontrado un empleo, ni alguna otra forma de producir dinero, pero he ganado una grande y maravillosa lección, estoy aprendiendo a reconocer el amor incondicional.
Tal vez, si no hubiese pasado por todas las "pérdidas" por las que he tenido que pasar en menos de seis meses, seguiría teorizando al respecto, aplicando fórmulas y palabras para recomendárselas a otros, pero ¿las hubiese internalizado como lo estoy haciendo ahora?.
Honestamente, creo que no.
Sé que saldré de todo esto, y sé que lo haré con una gran fortaleza. Sé que tengo miedo, lo siento en el latido de mis sienes, en el crepitar de mi corazón y en ese desagradable hueco que se siente en el plexo solar cuando se tiene una gran angustia. Ahora, en vez de recharzar todas estas sensaciones, me dispongo a sentirlas, a observarlas, a tratar de ver con mi ojo interno dónde están y por qué tipo de energía son generadas.
Ahora tengo una gran ventaja sobre todas estas sensaciones, las conozco y, porque las conozco ya no les temo, ya no me paralizan ni me producen esas ganas de extinguirme.
Sé que saldré adelante con mucho más de lo que perdí, pues son cosas, enlaces y emociones que debo dejar atrás y lo estoy haciendo.
Ahora le pido a Dios que me indique a dónde me toca ir, pues ya entendí que soy un destornillador a su entero servicio. Donde llego lo hago para desarticular cosas viejas, objetos, acciones y actitudes que deben irse. Como diría mi amigo el astrólogo: soy un instrumento inquieto de Plutón frente al estable y férreo Saturno.
Bien, Señor Dios Padre-Madre, Yo Soy Laura y aquí estoy.
Gracias a todas aquellas personas que me han estado ayudando a descubir mis nuevas 10 ventanas.
**Las imágenes incluidas en esta entrega fueron tomadas de Foto e Parole