domingo, 3 de diciembre de 2006

CONOCIÉNDOME EN UN DÍA DE ELECCIONES

Este domingo 3 de diciembre se realizó el proceso de elecciones presidenciales en Venezuela. Esa tarde, estuve observando un grupo de mujeres que estaban discutiendo acerca de la posibilidad de fraude.
La discusión se enardecía cada vez más, porque había que defender la democracia. Las mujeres estaban reunidas en torno al sofá donde dormía un bebé de un año, hijo de una de ellas y sobrino de las demás.
_ Hay que defender nuestro voto- dijo una de ellas, quien subía de tono cada vez más, mientras, el bebé dormía.

Hablaban de respeto, de libertad, de democracia, de derecho, y mientras, ninguna de ellas respetaba el sueño del bebé, un niño de su propia sangre.

Observando aquel triste cuadro –triste para mí, aclaro aquí- me preguntaba: ¿Es que no se han dado cuenta?. ¿Acaso no observan lo que hacen?.

Recordé entonces las palabras de Jesús, el Maestro: “Con la vara que midas serás medido”. En ese momento creí haberlas entendido. Aquellas mujeres hablaban de cosas que no practicaban en lo más mínimo. ¿Cómo puedo hablar de derecho, si no soy capaz de reconocer el derecho de un niño a dormir en paz, con el agravante de que ese niño es de mi propia sangre?.

Mi pregunta era: ¿Son capaces de respetar los derechos de todo un país?. Comprendí por qué en mi país, la democracia, hasta ahora, ha sido una parodia, donde ha habido tantos desposeídos y atropellados, en aras de un sistema que no termina de alcanzar la equidad. Y es comprensible, pues al parecer la gente vota por un interés muy particular, egocentrismo, podríamos decir y por ello, se instauran reinados de cinco o seis años. Es más fácil culpar a uno cuando las cosas no salen bien a tomar conciencia de que es mi propia actitud, mi manera de llevar y ver la vida, lo que se refleja en el tipo de gobierno que elijo. Sabias palabras aquellas que rezaban: “Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen.
Mientras las personas no hagan conciencia de ello -pero no en teoría, como lo presencié yo esa tarde- que lo manifiesten en cada gesto, en cada acción, en cada proceder de su cotidianidad, no habrá cambios.

Intenté explicar algo de esto a aquellas mujeres y sólo logré que se enojaran, se sintieron agredidas y, de paso, me tomaron como una excéntrica. Sólo una de ellas admitió su responsabilidad. Se acercó y me dijo:

-Tienes razón, el niño estaba durmiendo y ni siquiera lo notamos. Estábamos tan absorbidas en nuestra discusión política, calculando el cómo defender nuestros votos, que se nos olvidó el bebé. Lo siento-

Yo, sólo le contesté: Bien, obsérvense y analicen por qué ocurren las cosas que ocurren. ¿Quieres respeto?, entonces respeta hasta el aire que llega a tu ventana. ¿Quieres libertad?, entonces sé libre y deja en libertad a los demás. ¿Quieres democracia?, aprende a vivir en comunidad, en armonía, aprende a compartir, aún con el que es totalmente contrario a ti.

Lamentablemente, eso no es lo que está sucediendo. Unos meses antes de estas elecciones, escuché a una señora discutiendo fuertemente en una asamblea de empleados jubilados de unas las empresas Petróleos de Venezuela (PDVESA). Ella decía:

-A mí lo único que me interesa es que me solucionen mi problema, lo demás no me interesa.

He escuchado expresiones como esta a lo largo y ancho de este país:
“No me den, pónganme donde hay”, la famosa frase estandarte de la corrupción burocrática venezolana.
“Estoy con tal o cual partido porque me va a dar trabajo”, aunque no califique, ni siquiera tenga el perfil ni los estudios que se requieran para el cargo a ocupar. ¿Talento?, eso no importa si estás recomendado por el partido de turno.
Y así podría llenar páginas enteras en las que te consigues con un país sin memoria, que no desea recordar, envuelto en corruptela a todos los niveles, tan sólo porque no hay conciencia de nación, no hay conciencia de comunidad, no hay responsabilidad asumida. Es una masa asustada, dependiente y muy vulnerable, sin cohesión de ningún tipo.

Para ejemplo, creo que la historia que voy a contarte a continuación puede ilustrar un poco a lo que me refiero.

Una señora solía barrer todos los días la acera de su casa, pero, en vez de recoger la basura y terminar de barrer el trozo de acera de su vecino, amontonaba la basura en el lado del vecino, en cuya dirección el viento soplaba. Por supuesto, su acera estaba limpia y la de su vecino terminaba siendo un botadero. Un día, por alguna razón, el viento cambió de dirección. Toda la basura que había dejado amontonada fue a parar a su puerta.

La mujer, enfurecida, tocó a la puerta del vecino, le insultó y le amenazó con llamar a la policía si no limpiaba su acera. El hombre, con toda calma, escuchó, y cuando la mujer terminó de gritar y vociferar él se limitó a contestar:

-Señora, esa basura es suya, fue la que usted no recogió esta mañana. ¿Sabe por qué ocurrió esto?, porque a mí no me dio tiempo recogerla como lo hago todos los días. Yo nunca le dije nada ni reclamé por el basurero que usted deja a mi puerta desde hace más de dos años.
Además, permítame recordarle que, cuando usted se fue de viaje, yo barrí su acera durante un mes y regué sus plantas, y usted no reclamó por ello.

La mujer le miró y repuso:

-Eso es asunto suyo, yo no se lo pedí. Lo único que quiero es que limpie mi acera ahora mismo-

Dio la espalda y se retiró.

El hombre, entonces, atinó a gritarle:

-¡No lo hice por usted, lo hice por las plantas!.

Ojalá este pequeño relato te ilustre un poco lo que quiero decirte.

Es que si no nos observamos y actuamos conjuntamente, jamás podremos lograr paz, ni armonía, ni equilibrio, ni respeto, ni libertad, ni democracia, ni progreso.

Por eso sé que gane quien gane estas elecciones, será muy poco lo que cambie. Pues no se trata de cambiar un hombre, un color, un partido. Se trata de cambiar la mentalidad de todo un pueblo que no se conoce a sí mismo, que ni siquiera acepta el hecho de que continúa manteniendo una mentalidad caudillista, con un arraigado culto a la personalidad y un ancestral culto a lo monárquico, al nepotismo y a una serie de modelos que nada tienen que ver con una verdadera democracia.

Si le preguntas a cualquier venezolano, de seguro te dirá que Venezuela es un país profundamente democrático, "con defectos" pero en democracia. Y yo me despido ahora con las palabras de "Il Gatopardo": "Cambia para que nada cambie".