domingo, 19 de noviembre de 2006

LO QUE EL MIEDO ES CAPAZ DE HACER

Como nuestra mayor fuerza creadora, el miedo, al igual que el amor, mueve montañas. Sólo que, en vez de construir, destruye.

Hace poco tiempo, Rina recibió tres inivitaciones a la celebración del aniversario artístico de un cantante muy conocido. Tenía una entrada para ella, una para su hijo y, dado que tenía una extra, decidió invitar a su amiga Victoria, quien había trabajado como vocalista en una orquesta de ritmos bailables durante mucho tiempo.

Victoria, había pasado mucho tiempo alejada de ese medio, pues, luego de su matrimonio y su primer embarazo, había dejado de cantar, algo que adoraba hacer, pero también amaba a su esposo y quería tener una familia.

Conocía a todos, pero recordando lo duramente competitivo que es el medio farandulero se preguntaba: "¿Me recordarán?..." Había pasado mucho tiempo y su gran temor parecía ser, más bien, que la reconocieran y le preguntaran qué estaba haciendo. Después de su divorcio, había estado trabajando en diversas ocupaciones y para ese momento, se dedicaba, con su camoineta, a llevar y traer niños a la escuela. Era un transporte escolar particular.

Posiblemente, esta tarea tan digna y hermosa, tal vez se le hacía muy poco, al lado de subir y bajar de un escenario, seguida del aplauso de la gente.

Cuando Rina la llamó para invitarla, Victoria inventó varias excusas, como el funeral de un vecino, después acotó, que no podría dejar sola a su mamá y así, se pasó horas inventando justificaciones.

Después de mucho discuitr y buscar soluciones a cada excusa que Victoria le presentaba, Rina le preguntó:
-- ¿Qué te pasa?, ¿A qué le tienes miedo?--

A lo que Victoria contestó:

--No claro que no, ¿por qué tendría que tener miedo?

--Y entonces, ¿por qué no quieres ir?

Ante la concluyente pregunta de Rina, Victoria, que no se atrevía, ni siquiera a aceptar su miedo, no le quedó más remedio que acceder:

-Está bien, yo voy con ustedes, pasen por mí.--

Llegó el día del evento. Cuando Rina pasó por Victoria, inmediatamente notó lo incómoda que estaba. Comenzaron a hablar, pero sentía que, mientras se acercaban al teatro donde se realizaría la celebración, la tensión de Victoria iba en ascenso. Rina ya no sabía qué decir y Victoria ya no sabía cómo disimular su temor. Estaba, cada vez, más nerviosa. Al llegar al estacionamiento y bajar del vehículo, Victoria trató de sonreir, pero en su rostro se veía su angustia, según Rina, estaba a punto de entrar en pánico. La trayectoria desde el estacionamiento a la entrada del teatro, pareció la caminata del sentenciado hacia el paredón de fusilamiento.

Cuando se acercaron, se percataron que todo estaba a oscuras. Preguntaron al portero y éste, asombrado, respondió:

--Señora, aunque usted no lo crea, porque yo tampoco, estalló todo el sistema eléctrico del Teatro. No entendemos qué pasó, pues hasta esta tarde se estuvo probando el equipo de sonido y todo funcionaba perfectamente. Lo único que le puedo decir es que ese hombre -refiriéndose al homenajeado- "está salao".

Victoria respiró profundamente, posiblemente por primera vez en dos días, desde que recibió la invitación de Rina. La celebración se canceló indefinidamente y Rina, en silencio, muy bajito dentro de sí, exclamó:

--¡Lo que hace el miedo!.

Como este, he escuchado miles de ejemplos. Me contaron la historia de una mujer que amaba profundamente a sus hijos, era una madre ejemplar. Su vida eran sus hijos. Una tarde, meintras ella estaba cocinando y sus hijos jugando a su alrededor, el horno estalló y comenzó a despedir llamaradas. Ella, que había recibido el fogonazo en la cara, salió corriendo fuera de la casa, olvidándándose de que sus tres niños habían quedado adentro. Afortunadamente, el mayor de los niños, de 9 años, tomó a sus otros dos hermanitos y los condujo hasta la salida.

El accidente no pasó de una cocina quemada, así como las pestañas y las cejas de la mujer. Los niños resultaron ilesos, pero la mujer jamás olvidó cómo el miedo la había hecho "fallar como madre".

Cuando me preguntaron qué opinaba acerca de esto, yo me limité a responder:

--Esa mujer debe ser más condescendiente con ella misma, entender su miedo y perdonarse a sí misma, de lo contrario, el amor por sus hijos, entonces, no será real.

También leí, hace ya muchos años, la historia de una mujer que tuvo un accidente automovilístico. Iba con su pequeña hija. Cuando volcó su automóvil, ella logró salir, pero su hija estaba atrapada. Era una simple mujer de mediana estatura, pero el llanto de su hija hizo que ella arrancase la puerta atorada, como sólo hubiese podido hacerlo un Hércules.

Ante este hecho, yo te pregunto a ti: ¿Qué actuó en ella?, ¿la fuerza del miedo o la del amor?...
Sólo observa los resultados y la diferencia entre ellos.

Foto: publicada en 20minutos.es