martes, 2 de enero de 2007

LA LECCIÓN QUE APRENDÍ DE ISMAEL

Estuve pensando en dejar de escribir.
¡Qué sentido tiene hacerlo, si nadie parece comprenderlo!, pensé.
Pero, sucedieron dos acontecimientos que me sentaron nuevamente frente a la pantalla.
Murió el esposo de mi prima y encontré la boleta de nacimiento de mi hija entre las páginas de “La Oración de la Rana”, precisamente en la reflexión titulada “Gracia”.

La gracia de la vida y la muerte, o lo que llamamos muerte, otra vez mordiéndose la cola ante mí.
Él se llamaba Francisco, pero por esas cosas de familia, yo siempre lo conocí como Ismael. Qué poco cuidadosa fui al no conversar con él acerca de su nombre. El día de su velatorio, mis hermanas y yo, nos enteramos que su nombre era Francisco Ismael.
-Lindo nombre, pensé hoy. Inmediatamente vino el reproche, -nunca se lo dije-

Mas, no es cierto, de alguna forma él lo supo. Salir de este plano es doloroso para los que nos quedamos, para los que se van es una bendición. Es el actor saliendo de escena triunfante, siempre triunfante, después de haber hecho y dicho su parlamento.

Ayer quise decírselo a mi prima, pero no dije ni una sola palabra, sólo nos miramos y yo sonreí. No sé por qué, pero ella comprendió.
El amor y la vida no caben en las palabras, y el dolor por la muerte es sólo cuando se nos olvida que nunca hemos podido, ni podremos morir. Somos eternos. Apenas esta es la salida de una puesta en escena.

Un amigo me ha dicho: “el día que yo me muera, lo haré con todo el dolor de mi alma”. Ayer, Ismael me regaló su maravillosa lección de vida. Se fue bailando, disfrutando, feliz, tal como se tomó la vida entera. Estuvo muchos años enfermo y, constantemente repetía. “La enfermedad se tiene que adaptar a vivir conmigo, no yo con ella”. De alguna forma nos dijo a todos, que cada cual debe asumir su responsabilidad por lo que elige vivir, consciente o inconscientemente. Él lo hizo.

Y es así como crecemos y renacemos, hasta que encontramos en nosotros mismos la verdadera luz. Gracias Ismael por haberme recordado esto cuando estuve a punto de dejar de escribir.
Recordé el Libro de la Ley: “Haz lo que quieras”… “pero de todos tus actos has de dar cuenta” Él lo hizo, cumplió con la Ley de la Era de Acuario. Vivió como quiso y se responsabilizó por ello. Nacimos para ser felices, no para sufrir, morimos para ser felices, no para sufrir. Somos criaturas hechas para el amor, no para el miedo, el dolor ni el sufrimiento.
Nuestra vida aquí es un paso de amor y de constante armonía con el universo. Ojalá no se nos olvide nunca.